21 ene 2006

Catherine Tramell: Adicción al Riesgo



No concilio el sueño. Algo me oprime los genitales, me provoca una extraña sensación de inquietud, de nerviosismo. Ni el whisky consigue relajarme. La respiración se acelera por momentos. Necesito una mujer.
Suena el timbre. No espero a nadie. Si es la casera soy capaz de avalanzarme sobre ella, con apagar las luces sería suficiente... Insisten, ¿será algún paciente desesperado? Abro la puerta y me encuentro con una aparición celestial. Rubia, alta, ojazos azules, bella, atractiva: es Catherine Tramell. Rompo a sudar como un adolescente ante su profesora desnuda.
-Pase por favor. Adelante.
-Gracias doctor.
Su contorneante cuerpo es tan hipnotizante como su mirada profunda. Se dirige con decisión a la butaca de los pacientes y se sienta cómoda. Se quita una chaqueta y deja a la luz un ceñido vestido con generoso escote. Enciende un cigarrillo con parsimonia.
-¿Se puede fumar?
-¿Por supuesto? ¿Una copa?
-Gracias.
Me acerco a la repisa y pongo dos copas de whisky. No. Tres copas. Una, ahora mismo. De un trago. Me giro y Tramell me observa silenciosa. Escrutándome. Le sirvo la copa disimulando mi temblorosa mano.
-¿A qué debo su inesperada visita, señorita Tramell?
-Necesito su ayuda.
-¿Usted necesita mi ayuda?
Han pasado muchos años, pero su belleza no ha hecho sino acrecentarse. Mi ayuda dice, pero si es psicóloga.
-Señorita Tramell... ¿en qué le podría ayudar un humilde servidor?, ¿quizás se encuentra inquieta por su regreso a la pantalla?, ¿no le cae bien el director o el resto de protagonistas?
Ella sigue fumando, disfruta. Da un sorbo al whisky.
-Nada de eso, doctor. Simplemente necesito saber que opina de mi vuelta. De mi nueva aparición. Usted tiene cierta fama de clarividencia al respecto.
-Gracias por los alagos. Había escuchado rumores pero no terminaba de creerme que una de las villanas más villanas y más fascinantes regresara para deleitarnos con su impresionante presencia. No me cabe duda de que usted volverá a triunfar.
-Pero doctor, ¿no ve mayor para seducir, para atraer de nuevo a los espectadores?
-No.
Mi whisky se ha evaporado. Ella me mira con profundidad a los ojos, cada pregunta es un dardo directo. Cautivadora y embaucadora sabe captar mi atención. Pero su escote me hace vizquear y mi mirada no se puede fijar contra la suya más de un segundo. Me remuevo en mi sillón, el calor empieza a sofocarme.
-No, no la veo mayor. Cierto que han pasado muchos años, catorce si mis cuentas no fallan. Pero usted es un personaje que perdura en la mente de los espectadores, se quedó grabado a fuego en las retinas de medio mundo su historia, su forma de seducir, su despiadada manipulación del detective Nick Curran.
-También mi cruce de piernas, supongo.
-Claro, claro. Fue antológico, si me lo permite.
Sus labios húmedos se separan ligeramente esbozando una leve sonrisa. Recostada en el sillón se recoge ligeramente el ceñido vestido y me muestra sus muslos prietos. Me está poniendo como una locomotora a todo tren. Tengo que calmarme. Es una paciente. No puedo dejarme llevar.
-¿Volverá a repetir alguna escena similar?
-¿No pretenderá que le desvele el misterio antes del estreno? Esté seguro que volveré a utilizar mis armas.
-No lo dudo. Mujeres y hombres se rendiran ante su poder de seducción. No me cabe duda.
-¿Se encuentra bien doctor?
-Regular. Llevo noches sin dormir.
- ¿Problemas con alguien?
-Precisamente lo contrario.
-¿Vive sólo?
-Si.
- Vamos, que no folla desde hace tiempo.
Su inquietante mirada se descubre para ofrecer un descarado juego que me está convirtiendo en una marioneta.
-Claro. Eso y que no converso con ninguna mujer atractiva, que no acaricio una mejilla, que huelo una melena femenina, que no siento el calor de un cuello de mujer.
Ella se levanta y enciende otro cigarrillo, observa a su alrededor. Se dirige pausadamente hacia el sofá y se gira para mirarme. Sonríe. Su figura parece desvanecerse entre la media luz y el humo. Se sienta en el sofá lo que hace que sus rodillas queden por encima de las caderas y el vestido se encoja. Echa hacia atrás la espalda y sigue fumando. Y sonriendo. No deja de mirarme.
Mis gónadas empiezan a hervir. Mi cerebro se bloquea y no consigo hilar dos palabras. Me levanto, sirvo más whisky. Bebo. Respiro. Noto su presencia a mis espaldas.
-¿Por dónde íbamos? Ah! usted no estaba segura de volver a gustar a los espectadores. Quizás le puedan ver como una mujer despiadada y manipuladora, pero eso gusta. A muchos hombres les gusta ver a una mujer tan decidida, tan atractiva y seductora que lleve el peso de la trama. Bueno y en los tiempos que corren, también a muchísimas mujeres. Porque, ¿usted seguirá siendo bisexual?
Guarda silencio. No contesta. Me giro y la veo apagar el cigarrillo e incorporarse. Estoy justo enfrente. Me mira. Guarda silencio y realiza un cruce de piernas pausado, sutil pero descarado. Creo haber visto lo que debería haber visto. Pero un cosquilleo que me recorre la espalda me deja absorto. Paralizado. Ella vuelve a sonreir, ahora con más intensidad. Una carcajada. Se levanta y se acerca a mí con su mirada penetrante. Se acerca demasiado. Sus labios casi rozan los mios. Un hilo de whisky desciende por mi barbilla. Su lengua la recoge hasta llegar a mi boca y cuando lo hace me agarra fuertemente por el cuello y la espalda y su lengua me roza la campanilla. Me mareo. Caemos en el sofá, se pone encima. En un instante siento sus manos recorriéndome, su lengua no sale de mi boca. No respira. No respiro. Me ahogo. Se echa hacia atrás tirándome de la camisa que me la arranca. Los botones saltan. Me quemo. Me quemo. Se vuelve a echar más atrás como buscando algo entre los cojines del sofá. Y en ese instante la trinco por la cadera y tiro de ella hacia mí. Nos besamos. Esta vez más casto y breve. Se escabulle y se pone en pie.
-Gracias por todo doctor. Me ha ayudado como no se lo imagina.
Pues usted a mí me ha dejado a medias. Pienso en voz baja. O quizás no.
-A lo mejor algún día volveremos a vernos.
-Eso espero.
-Que tenga suerte con las mujeres. Besa usted muy bien.
-Gracias a usted, señorita Tramell. Le deseo lo mismo con su nueva película.
Deja un sobre en la repisa, junto al whisky, se coloca la chaqueta y sale por la puerta después de guiñarme un ojo.
No puedo creerme lo que ha pasado. Aún no puedo reaccionar. Me incorporo sentándome, miro a un lado, a otro. Estoy aturdido. Me levanto bruscamente tembloroso y escucho caer algo al suelo. Un picahielos. Un punzón para el hielo se ha deslizado de entre los cojines hacia la alfombra. Los huevos se me ponen duros y el sudor se me hiela en la frente. Al instante, una sensación placentera me recorre el cuerpo. Aunque sea por esta vez, me alegra no haberla metido.

6 comentarios:

Azrael dijo...

¿Le sirvió el whisky con hielo? ¡Es usted un provocador doctor!

Anónimo dijo...

Yo estoy esperando que un día me visite algún actor de olivud pero oye que no hay manera. Ya nos contarás tu secreto ;)

Franchu dijo...

Vaya tela con la Stone, desde luego que la peli instinto basico es también, una de mis mitos eroticos, una gran pelicula que provoca sofocos y otros tipos de calentamientos... ese cruce de piernas por dios... me pone malito... mu malito...

Gonzalo Vicente dijo...

Tramell- "¿Te apetece una copa?"
Curran- "No, gracias".
Tramell- "Ah, se me había olvidado... Has abandonado los viejos vicios. El Jack Daniel's, el tabaco, las drogas... ¿Y el sexo?"
El hielo crujía y se hacía pedazos mientras ella con el punzón golpeaba una y otra vez".
Mantenga las distancias,doctor. Es por su bien.

El Miope Muñoz dijo...

Una pinta espantosa la version Steve Martin de PINK PANTHER.

Con lo que me sorprendió este hombre con cosas como CLIENTE MUERTE NO PAGA o BOWFINGER. Que desperdicio de talento.

¡Un saludo!

Anónimo dijo...

quiza si se le derrama un poco de wiski kiera uted limpiarme con la boca doctor!!:P