29 dic 2005

Bond, James Bond


Esta noche he tenido un sueño. Que una bella dama me visitaba buscando mi ayuda. Como caballero que soy no se la negué y busqué la mejor forma de ofrecérsela. Me lancé a su cuello estrujando mi nariz y lamiéndolo en círculos. A la dama parecía gustarle pero no colaboraba demasiado. Tuve que utilizar las manos. La rodeé con mis brazos, le toqué los senos y asiéndola por la cadera, nos dejamos caer sobre el sofá. Mi lengua no dejaba de babear y mis manos de moverse. Recorría con las pupilas dilatadas todo su cuerpo, sus piernas aún se mantenían cerradas. El vestido empezaba a molestar y decidí desabrocharlo. La tenue luz que iluminaba su piel me quemaba. El calor empezaba a ser sofocante. Mi cabeza daba vueltas, estaba en un desenfrenado éxtasis, montado en una noria cósmica. Los malditos botones del vestido no se abrían. Mis manos empezaban a sudar. Por arriba no había nada que hacer, así que me sumergí en las profundidades. Hundí mi cabeza entre sus rodillas y buceé hacia el fuego. El teléfono sonó como si fuera la sirena de un barco. Del sobresalto vomité y mi cabeza se golpeó con algo duro y frío. Estaba el cuarto de baño, con los pantalones por las rodillas y agarrado al váter. Las salpicaduras del vómito me despertaron. Ayer fue el día de los inocentes y mi querido amigo el whisky decidió reirse de mí. Me acompañó durante toda la tarde para pillarme desprevenido al llegar la noche. Y lo consiguió en el primer sueño, cuando la vigilia se escapa de puntillas y el inconsciente se quita la máscara. No puede haber una imagen más ridícula. Frente al espejo una caricatura del doctor Strangelove. Quien me ha visto y quien me ve. Un ducha fría arreglará los desperfectos.
Hoy no estoy para nadie.
Ayer me llamó James Bond. Bond, James Bond, decía al teléfono. Quería saber si se podía pasar hoy por el gabinete. Tiene miedo. El superagente secreto tiene miedo. Tiene una nueva cara pero dice que ya nadie le teme, que ha perdido el prestigio y ese fracaso quedará asociado a su nuevo rostro inglés. Mira, si te parece lo dejaremos para mañana. Hoy no estoy para nadie. Ni siquiera para mi amigo el whisky. Hoy buscaré ayuda en Miles Davis.
El whisky no se merece que lo mire ni a la botella.