
Desde que los hermanos Coen irrumpieran en el mundo del cine me llamó la atención la excelente compenetración de ambos. Quizás esa sea, precisamente, la clave para que sus películas funcionen. Trabajan codo con codo en todas las fases de creación de las películas, desde la creación del guión hasta el montaje final. Y aunque han sido bautizados como los abanderados del cine independiente, lo cierto es que son uno de los mejores exponentes del auténtico cine norteamericano, mezcla del valor del cine más independiente con el espectáculo al más puro estilo Hollywood.
Sin ceder excesivamente a los impuestos de la industria, mantienen con cierto rigor el timón de sus producciones, aportando como valor añadido su particular impronta creativa. Ahora que están en la cúspide con su aclamada "No country for old men", verdadera pieza magistral con la que logran la que quizá sea su mejor película, quisiera recordarles porque algunas de sus películas se deberían convertir en clásicos contemporáneos.
Por ello cada nuevo rodaje es esperado con igual entusiasmo tanto por los espectadores y fans, como por gran parte de la crítica. Y es que Joel y Ethan han sabido labrarse una carrera cinematográfica a base de buenas películas, alguna obra maestra y, como no, algún tropezón.
Desde aquella "Sangre fácil" (1984), un experimento en el que ya evidenciaban su gran capacidad visual con un peculiar thriller que combina cierto sentido del humor con escenas de gran tensión dramática en un envoltorio camuflado de cine negro, que es donde mejor se mueven.
Y es que han combinado películas con historias rocambolescas, llenas de momentos de humor a veces cruel y gran barroquismo visual en títulos como "Arizona Baby", "El gran salto", "O Brother!" (el lunar más oscuro de su filmografía), "El gran Lebowski" (con personajes memorables) o "Crueldad intolerable" (su mayor cesión al cánon hollywoodiense); junto con obras más profundas, abandonando el tono sarcástico y cómico para adentrarse de lleno en historias duras, bien construidas, llenas de personajes sólidos y realizadas con sencillez, sin que sobre un plano, con gran simpleza en la ejecución narrativa.
Es aquí, donde bajo mi punto de vista, se mueven mejor, donde logran la maestría de tres piezas absolutamente fundamentales para entender el cine actual: "Muerte entre las flores", una obra maestra del cine negro, lleno de inspiración, de violencia y de una dirección asombrosa. "Fargo" ambientanda en la América profunda con la antagónica relación entre buenos y malos, logrando una obra de madurez que fue aclamada como su obra cumbre. Hasta llegar a "No country for old men", ya multipremiada y aplaudida en la que sacuden al espectador con gran sobriedad, en una historia llena de violencia sin tregua, dura e impactante con la que los hermanos Coen logran alcanzar la cúspide y han brindado el mismo privilegio a Javier Bardem, soberbia interpretación cuya única pega (resulta algo excesivo, además de ese flequillo imposible/inverosímil) viene más por el personaje que por su trabajo.