
Lolita, mi joven secretaria, ha conseguido dislocar mi rutina hasta el punto de despegarme de mis vicios habituales. Asentados y confirmados tras años de duro entrenamiento. Dejar que el rumbo de mi vida vague a la deriva como un barco fantasma siempre ha sido mi mejor conquista, sin ataduras, sin esclavizarse a nada que signifique automatizarse. Pero esta joven de pocas palabras e insaciable sexualmente se ha introducido en mi vida por la puerta de atrás, sin armar ruido y se ha instalado en mi día a día. En sueños imaginé a ninfómanas tomándome, satisfaciéndome hasta el extremo y yo dejándome hacer. Pero en esos sueños siempre tenía el control y podía hacerlas desaparecer. A ella, a Lolita, no la puedo borrar del mapa. No es que sea ruidosa, molesta o se apodere de mi espacio vital, más bien al contrario, es sigilosa, considerada y sólo conquista mi espacio cuando su conejito pide guerra. Pero no estoy hecho a compartir el silencio de mi casa, a tener a alguien cerca cada jornada.
Anoche decidí despejarme, retomar mi camino de siempre, mi deambular por sucias barras de bar, sucumbiendo al influjo del alcohol, de la noche, de las conversaciones arreglamundos, de las mujeres que pueblan la madrugada. Decidió iniciar mi periplo en
La vieja Habana, un centro neurálgico que concentraba a lo más granado de los bebedores díscolos, de los hijos del Ché, de músicos fustrados, de puretas que nunca lo han sido, algún que otro casual y, sobre todo, camellos de marihuana, hachís, cocaína... todo aquello con lo que se puede comerciar en un epicentro de consumidores como este. A pesar del bullicio, es fácil encontrar un rincón donde aislarse del mundo, beber buen whisky, leer la prensa del día anterior o escuchar las conversaciones ajenas como si fuese una película. Precisamente en ello me encontraba, presenciando diálogos absurdos, cuando varios agentes de la policía invadieron el bar y comenzaron a detener a diestro y siniestro a los allí presentes. Por suerte me obviaron, quizá por no verme dañino. Algunos salieron esposados forzadamente y otros intentaban marcharse a toda costa. La policía había hecho una redada sorpresa en hora punta para cazar a camellos en pleno desempeño de su funciones y aplacar así las quejas vecinales (según comentaban unos). Una injusticia gritaban otros, pero tras la interrupción, unos pocos continuaron a lo suyo. Entre los que me incluyo porque eché el ancla y tomé el puerto por el resto de la noche.
Esta mañana Lolita me ha despertado prudente. Habían llegado dos nuevos pacientes que atender. Tras una ducha reponedora me encontré con
Sonny Crockett y
Richardo Tubbs, detectives de la brigada antivicio de Miami. Y próximos protagonistas de una reciente
adaptación cinematográfica de la exitosa serie televisiva de los ochenta
Miami Vice que pronto llegará a las pantallas de cine.

Ambos tienen ese aspecto entre macarra, detective playero y seductor
fashion victim que tanto furor causaron en su época televisiva. Tienen nuevos rostros, más propios de los tiempos que corren, pero, sin duda, demuestran ser unos tipos duros. Una pareja de policías compenetrada que requiere atención psicológica de un servidor. Esto promete. Veremos que le ha traído hasta aquí.
-¿En qué puedo ayudarles señores?
-Verá doctor, tan sólo una cuestión, simple pero compleja a la vez. Iremos al grano, puesto que tenemos trabajo abundante -Crockett toma la palabra en primer lugar-. Nos aborda una duda que nos está acomplejando. No sabemos si estaremos a la altura de los tiempos. Nuestros personajes son extraídos de la Miami de los ochenta, donde sabíamos movernos con soltura e incluso controlar la situación, a pesar de que Miami es un imán para los traficantes.
-Había unas reglas, unas pautas que a veces tomábamos y a veces rompíamos para conseguir nuestro objetivo -apunta Tubbs.
-Ahora la corrupción, el tráfico ilegal, nuevos villanos, nuevos vicios y una ciudad más salvaje nos hace temer que no podamos imponer nuestros métodos y limpiar a Miami de toda la escoria que sufre -continúa Crockett, subiendo el tono y mostrando su patente preocupación.
-Miren señores, no creo que su nueva reaparición tenga por obligación que retomar viejas historias de la Miami de hace veinte años. Ahora, como bien explican, nuevas tramas propias de este siglo hacen sus estragos en ciudades tan propicias a ello como la vuestra. Y sus nuevos rostros son buena muestra de ello. Se encontraran con dificultades, diferentes en su forma pero idénticas en su fondo a las que está acostumbrados. Son muy capaces de afrontar tales situaciones y de resolverlas a su estilo. No deberían dudar que los guionistas hayan tenido en cuenta todo este asunto y les propongan casos apropiados y acertados. El resultado pronto lo veremos. Este mismo verano todos disfrutarán de unos detectives tan particulares y populares. Queden tranquilos, estoy completamente seguro que incluso las mujeres cumplirán los cánones de hoy día.
-Gracias doctor, con tanto malvado suelto a veces perdemos el sentido de todo esto. Sus palabras son alentadoras -afirma Crockett.
-Gracias a vosotros. Que les vaya bien. Este verano promete ser calentito. Tomen fuerzas.
Yo también necesito tomar fuerzas. El verano se avecina ardiente en este gabinete.