16 jul 2006

Terciopelo Azul

Mientras caminaba tambaleante noté como pisé algo que me hizo doblarme el tobillo. Después de recuperar el equilibrio a duras penas, me agaché. Allí estaba un dedo mutilado sin su mano. Un apéndice cercenado, cubierto de abandono y soledad. Lo cogí y lo observé. Era un dedo índice. Estaba templado. Con un corte limpio, sin sangre en la base, una especie de tatuaje a modo de anillo que lo rodeaba y con la uña bien recortada. Bueno, ahora algo aplastada debido a mi torpe pisotón. De repente, una extraña sensación me invadió. No podía soltarlo. ¿Qué hago? Lo tiro como si fuese una lata de cerveza vacía. Claro y me marcho tranquilo sabiendo que su propietario vendría a buscarlo. Y no lo encuentra por mi culpa. No. Mejor me lo guardo en el bolsillo. Algo me unía a ese pedazo de carne humana sin saber muy el qué. Sin más ,seguí mi deambular noctámbulo.

Retiré las tupidas cortinas de la entrada y enseguida me invadió ese olor a humo y alcohol de un buen garito. Oscuro pero suficiente para distinguir la barra, unas cuantas mesas y un diminuto escenario. Todo decorado por alguien que murirera en los años cincuenta. Un sabor algo rancio pero de cierto buen gusto. Una suave melodía, a ritmo de jazz, sonaba por los altavoces. Tras avituallarme con un copazo de whisky de malta de 15 años, decidí tomar asiento en una de las sillas con su mesa que había dispuestas junto al escenario. Había movimiento, todo indicaba que pronto comenzaría una actuación. La música seguía sonando de fondo. Parecía Astrud Gilberto, por el suave acento brasileño de la voz. Varias parejas terminaron de ocupar el resto de mesas y sillas libres. La música se detuvo. Las luces disminuyeron. El dedo en el bolsillo seguía callado.

Como una aparición celestial, una joven de bella cabellera rubia teñida y amplios labios surgió de la nada con micrófono en mano. Varios focos azules le enfocaron el rostro y pude percibir sus atractivo rostro. Ojos negros rasgados y acentuados por el negro rimel. Labios mullidos y de un rojo bermellón. Vestido aterciopelado de intenso azul lapislázuli largo hasta los pies. Tres músicos la acompañaban. Piano, bajo y percusión. Sin dilación comenzó a dejar que su melódica voz invadiera el espacio. Dulce y generosa voz que sonaba a gloria. Me quedé envelesado. Tragué un buen sorbo de whisky y comprobé que en el bolsillo seguía mi amigo. El dedo.

Tras la actuación acudí al camerino en busca de la bella cantante. Sólo con intención de felicitarla. A lo mejor era ya una estrella pero para mí fue un descubrimiento y quería manifestarle mi más sincera admiración. Toqué tímidamente con los nudillos sobre la puerta y una voz al fondo me permitió el paso. Allí estaba ella. Desprendiéndose de los pendientes. Sin girarse siquiera me miró a través del espejo. Me saludó amable. Le devolví la sonrisa. Mis palabras torpes y timoratas se trababan. Mi pequeño discurso complaciente sonaba a idiota-vete-a-tomar-por-culo. Ella se levantó y comprobé como casi me alzaba un palmo. La miré desde abajo, ebrio, con un dedo de otro en el bolsillo. Empezó a contarme no se qué sobre su contrato en el local. Pasó detrás de un biombo de inspiración oriental y mientras se desprendía del vestido seguía dándome detalles de su vida profesional. No podía escucharla con atención. Me desmallé. No sé si provocado por el whisky o por una extraña sensación de vértigo hipnotizante que hacía perder la conciencia lentamente. Tuve que cerrar los ojos durante algunos segundos. Cuando los abrí, estaba empapado. Me había tirado agua o algo así y me encontraba tumbado boca arriba. Ella estaba nerviosa. No dejaba de caminar en redondo con la mano en la frente. Me palpé el bolsillo y ya no estaba. Ella lo había colocado en su tocador. Le estaba hablando. Me miraba con ojos desorbitados. Encendió un cigarrillo y me preguntó como llegó ese dedo a mi bolsillo. No lo sé. Me lo encontré. Cerré los ojos. Todo daba vueltas.

Volví a despertar del leve letargo. Ahora un viejo fornido le gritaba a la chica. Le golpeó varias veces. Señalando el jodido dedo se dirgió a mí. No podía entenderle. Mis oidos estaban como taponados. Mi vista nublada y mis piernas no respondían. Me agarró del cuello y empezó a zarandearme. Me apretaba fuerte y yo ni intentaba zafarme. Sus ojos se salían de las órbitas. Me soltó. Me giré y vomité.

La luz se hizo por fin. Estaba con medio cuerpo fuera de mi cama, mientras la bilis me recorría a paso de caballería toda la tráquea hasta dar con su espesura en el suelo. Un timbre sonó. No me era familiar pero pegué un respingo y de un salto fui en busca del teléfono. En el camino, en plena carrera tambaleante, me encontré con el canto de la puerta sobre mi ceja derecha. Un golpe seco, duro, me arrodillé aturdido y noté como una sustancia espesa me recorría el rostro. Fui al espejo. Allí estaba yo, con una resaca del carajo y una ceja abierta en canal de la que brotaba sangre. Me miré y tuve que sonreir. Solté una carcajada sostenida. Maldito sueño. Me palpé el bolsillo. Allí no estaba el jodido dedo. Seguí sonriendo y, no sé muy bien porqué, me acordé de Lynch y su pedazo de Terciopelo Azul.

15 comentarios:

Shiba dijo...

La escena que tan bien describes podría haber encajado a la perfección en esa obra maestra que es "Terciopelo Azul". Tú y Lynch haríais buenas migas, seguro. Muy elegante, perfecto y bien construído. Así sí se escribe.

Enhorabuena.

Mar dijo...

Me encanta, me encanta, me encanta... "Terciopelo azul" y el moreno este de apellido raro Kyle Macnoseque que salía en Twin Peaks, me encanta, me encanta, me encanta...

Besos encantados, doctor.

Hombre Lobo dijo...

Gran película. Y sí, cuando pienso en esta, en "Dune" y en esa obra maestra llamada "The Trigger Effect" me pregunto por qué Kyle McLalan (o como sea) no es una superestrella. Que grande.

Anónimo dijo...

Excelente reseña al hilo de una no menos excelente película. Felicidades, una vez más, compañero, por tan magnífica pieza.

Un cordial saludo.

Viola de Lesseps dijo...

"She wore blue... velvet..." Me encanta esa canción, me entran ganas de convertirme en Isabella Rosellini y ponerme a bailar sensualmente al ritmo de esa melodía...

Doce besos para usted, doctor

Ana María dijo...

Dr. es un gustazo leerlo:)
Y ya que estoy doy una opinión, hay actores que envejecen muy bien, pero Kyle MCLachlan lo está haciendo de pena, lo ví hace poco en TV y me costó trabajo reconocerlo. ¡Con lo atractivo que era! ;).

E dijo...

She wore blue velvet!..
Bluer than velvet was the night
Softer than satin was the light
From the stars
She wore blue velvet

q fuerte e intensa canción de Bobby Vinton!
Amé la pela a x doqier!
:)

Salu2!

MalditosTacones dijo...

No tengo otra opción que rendirme a su talento, maestro.

Anónimo dijo...

Lynch es de los pocos autores capaces de conseguir extraer petróleo magno, ( o lo que para el cineasta oscuro es lo mismo: adicción cómplice) de los recovecos más tétricos posibles ocultos en la mente humana.
Como en su día el gran Sade, u hoy Michel Houllebecq en la literatura, el morbo enfermizo y obsesivo tiene un nombre cuando se proyecta en la gran pantalla: David Lynch.

mithras dijo...

Genial post, Genial Lynch, Pero siempre me gustara mas Twin Peaks

Burnout. dijo...

Me parece fenomenal la introducción y la mininovela. Y aunque en "dune" este actor brilló (mas que nada por la Ausencia de otros que le hicieran sombra), sí que hizo algunas películas bastante buenas y series como Twin peaks. Felicidades doctor, aquí estaremos en la siguiente sesión...

Unknown dijo...

Hermoso sueño. Lástima que despertaras...

Saludos desde La Bellota!

Pol dijo...

Como todo lo relacionado con Lynch siempre tienes la sensación de que todo lo que ves es como un sueño...y todo lo que te había hecho sentir hasta el momento se desvanecerá en segundos...Tu has cerrado el bucle, bien hecho ;)

ZERO dijo...

aplausos Doc, una gran pelicula y un gran post como siempre...

El Miope Muñoz dijo...

En realidad fue Eraserhead la película que lo empezó casi todo pero la película que realmente lo CAMBIÓ todo (lamentablemente la cinta de Lynch primera quedó como cultmovie) fue esta BLUE VELVET. Ya nada fue igual, y menos después de esa intro tan bonita donde súbitamente aparece lo perturbador. Qué bonito resumen de la esencia Lynch.