La imposición contractual de mi casera con respecto a su querida y buenorra hija me llevó a la inevitable situación de tenerla como particular secretaria. Acudió puntual, cuando yo todavía estaba sumido en el sopor y la somnolencia propia de una mañana no deseada de rutinas. Se había colocado gafas de pasta que le deban un aire más maduro, menos jovial. Parecía una mujercita con sus vaqueros ceñidos y una camiseta escasa que, evidenciaban a cada movimiento, su excitante contenido. El cabello recogido en una cola y con carpeta y lápiz en ristre se quedó inmóvil esperando indicaciones. Lo primero es buscar una ubicación. Pensé. Odio profundamente mover una silla de sitio pero era necesario darle un espacio. Se prestó a ayudarme viendo que con la fuerza que tengo no era capaz de desplazar una mesa ni un milímetro.
La mesa se movió. Ya lo creo. Se desplazó a base de convulsionados movimientos. Tal y como me agaché para agarrar el pesado escritorio por mi parte, la noté justo detrás. Joder. Se mueve como una serpiente, silenciosa y veloz. Me agarró la espalda y me rasgó la camisa. Por un momento parecía que iba a ser yo quien recibiese un duro castigo en los cuartos traseros. Me revolví torpemente y acabamos revolcados sobre el duro tablero. En un pestañeo tenía las bragas bajadas y las piernas abiertas. Me agarró de la cadera y me dio el primer impulso necesario. Me volvió a pillar con la guardia baja y me estaba costando seguir su frenético ritmo. De la mesa al suelo, del suelo al sofá, del sofá al suelo de nuevo. Necesitaba tomar las riendas. Lancé un bengala de distracción: agarré el whisky ofreciéndole un trago reponedor. En ese instante que ingería a caño la atrapé por la cadera y la puse a cuatro patas. Donde, por la madre que me parió, tenía que darle su merecido aunque de ahí me fuese al hospital más cercano a inyectarme suero en vena para reponerme. No sólo no se dejó sino que intentaba revolverse. Pero era demasiado tarde. Puse la máxima velocidad y sólo le quedó ceder. Sus gemidos eran ahora los que ensordecían a los míos y acabamos envueltos en litros de sudor. Caí desfallecido. No podía ni mover las pestañas. Para cuando abrí los ojos ella ya estaba vestida y terminando de colocar las cosas en su nueva mesa. Allí debí parecer una cucharacha moribunda aguardando el momento de expirar. Repté hasta la ducha donde me fui reponiendo lentamente. Ante el espejo una caritucatura de mí mismo: ojeras aún más pronunciadas de lo habitual, aspecto demacrado y más palido que la muerte. Pero no tengo remedio. Agarré la botella y dejé que su dorado contenido me devolviese al mundo real. O al irreal. Pero que pudiera regresar de ese fondo que rozaba con intensidad.
Ella me llamó:
-Acaban de llamar para concertar una visita doctor.
¿Quién coño es?
-Dice que es Superman. Que tiene que verle lo antes posible.
-Dígale que venga esta tarde. Ahora no estoy.
-De acuerdo doctor.
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Alcancé la tarde sumido en un agudo estado ebrio. Tan desfallecido y borracho que no sabía dónde estaba el suelo y dónde el techo. Las paredes parecían desplazarse a mi paso y los pies parecían dirigidos por un pato alienígena. Con menuda cogorza tenía que atender al hombre de acero. Tendría que despacharlo ipso facto para prolongar una agónica lucha por parecer sereno mientras mis venas estaban tintadas de malta reserva.
Esperando que el timbre de la puerta sonase de un momento a otro. Qué iluso. Un sonido como un relámpago agitó la ventana. Es un avión. No. Es un pájaro. No. Es Superman. Apareció volando a través de mi ventana. No me lo podía creer. Pero me dió un ataque de risa incontrolable. Él estaba allí hierático. Con los brazos cruzados. Con su capa bermellón. Con su reluciente traje azúl eléctrico. Y yo descojonado sin poder ni tan siquiera dirigirle la palabra.
Cuando conseguí reponerme un poco, con las lágrimas saltadas y descendiendo por mis negras ojeras, se dirigió prudente:
-Disculpe, doctor Strangelove. No necesito una cita con usted. Sólo quería venir para saber si sabe el paradero de Lex Luthor. Me consta que pasó por su gabinete.
Escucharle sin romper a reir me supuso un esfuerzo inaudito.
-Disculpe Superman. La verdad es que no tengo ni idea. Pasó por aquí. Cierto, pero no ha vuelto y no me dijo donde estaría. Tampoco me importaba mucho. Por cierto, una pregunta que me corroe el alma: Se rumorea que cada fotograma suyo en la película ha sido retocado para disminuir el volumen de su ceñida entrepierna, ¿es cierto?
Su mirada se convirtió en una amenaza. Por un momento temí que me convirtiese en ceniza. Pero desapareció de inmediato por donde entró. Me asomé a la ventana y lo busqué en cielo. No lo veía. De tanto mirar hacia arriba una náusea brotó como lava de un volcán y solté un vómito que casi me arrastra las vísceras. No podía parar. Me así al quicio de la ventana con las pocas fuerzas que me quedaban y largué lastre en abundancia. Las venas de los ojos se encendieron y el estómago se convirtió en una lavadora centrifugando.
Cuando ya no me quedaba ni el vacío por expulsar, me dejé caer de espaldas y es lo último que recuerdo.
13 comentarios:
Ya le podían haber retocado el caracolillo a lo Estrellita Castro. Caray... :-)
Ya sabe Doctor, yo no me fiaría de un hombre que entra por mi ventana y lleva los calzones encima de la ropa... Ahora, que me fío aún menos de esa Lolita escondida detrás de unas gafas de pasta...
Que los astros le acompañen porque el asunto se pone caliente...
Un beso en espera...
El último tango en... su gabinete doctor, supongo que no será el último, quién sabe.
Parece que Superman no tiene mucho sentido del humor, creo ciegamente doctor, que este personaje teme que la sombra de Lex Luthor sea muy alargada y le impida brillar como protagonista.
Un abrazo.
La chica de las gafas de pasta está otorgando a su consulta un carácter de cueva del vicio muy atractivo. Los tipos duros se hacen con la más bella. Supermán no parece demasiado capacitado. El peso de nuestra salvación recae en sus hombros. Es el nuevo enviado pero no me convence demasiado.
Veremos a ver si me dejo salvar.
¿Y por qué un superheroe no puede tener una virilidad abultada? Coincido con Mcguffin, lo que tiene delito es el caracolillo y no el paquetillo...
(Lo que hay que leer, una dulce dama inglesa hablando de bultos y virilidades, doctor, me perturba...)
Saludos
ufff estando quien está de Luthor a mi lo único que me atrae, si acaso, del superman es un fotograma sin retocar ;)
En cuanto a su Lolita particular ufff ¿no tendrá por ahí ella un amiguito que me haga de "graduado"?
Besos doctor, aunque con el trancazo catarril que he vuelto a pillar no se...
P.D.- La próxima vez pónganos otra vez alguna fotografía de Luthor, por faaaa
Yo insisto, como Seinfeld, en preguntarme si Superman tendrá un "super sentido del humor", es decir, si el sentido del humor es una facultad que se ve afectada por el sol amarillo de la Tierra o el sol rojo de Kriptón.
Primicia. Superman lo encarnará Faemino en 'Vivancos 2'. Cansado hará de Lobezno.
Vaaaaaale, me lo he inventado.
Debe ser dura para un "super" que le toquen el "man". Y usted ya ha visto como se pone...
¡Un saludo!
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