24 mar 2006

The Inside Man


Tras unos largos y tediosos días de recuperación, mi cuerpo ha empezado a reencontrarse con su estado habitual, que no es bien pero es el de siempre. Mi nevera me estaba pidiendo ayuda humanitaria y destartalada despensa necesitaba una reposición urgente. No me ha quedado más remedio que bajar a comprar algo que comer. Mi dieta no es precisamente exquisita ni ordenada pero entre botella y botella de whisky debo ingerir algún bocado.

Suelo comprar irregularmente en una tienda de desavíos pequeña y repleta de sugerencias que hay en la calle de atrás. La regenta una tendera siempre emperifollada y perfumada, que parecería mal ubicada en semejante tienducha a tenor de su aspecto físico, pero en cuanto abre su boquita y deja escapar el torrente de voz agudo y chabacano se derrumba esa primera impresión. La pequeña tienda tiene un mostrador de cristal en el que acumula todo tipo de productos de primera necesidad, a modo de almacén (debe carecer de ello) por lo que se hace difícil mantener un pequeño contacto visual con ella entre las cajas de leche, zumos, pan de molde, huevos, y bollería variada que forman la barrera. Muchas vecinas del barrio se hacinan en la tienda para comprar algo que se les ha olvidado dicen, pero con la excusa de perder la mañana marujeando y controlando quién compra y qué compra, para con semejantes argumentos montar sus historias domésticas. A mí me tienen calificado de borracho-loco-pervertido-huraño-apestoso según si compro vino, mermelada, bizcochos, pan o queso, esto es suficiente para saber quién soy. La tendera es siempre simpática y amable, su posición de cara a los clientes le obliga a ello por lo que sólo la miro a ella y obvio que el resto del coro me clava sus ojos mientras tanto. Una pequeña perra caniche siempre está en la puerta, sentada, vigilante, blanca y pizpireta con sus lazos de colores. Supongo que es la única compañía que le queda a la tendera cuando echa la persiana de su negocio cada tarde. Todo el mundo parece conocer a "Lili", la acarician y ella devuelve el saludo a su estilo canino. Parece bien cuidada a tenor del brillo de su pelaje. Siempre ha estado ahí y algunas veces no me había fijado lo suficiente.
Mientras la tendera me servía alguien entró encapuchado y armado en el local. Las marujonas pegaron un grito y quedaron mudas al instante. Yo me giré y me quedé estático. Un vulgar ladronzuelo al más puro estilo años 70, armado con una pistola de goma malpintada con betún cogió a la perrita "Lili" y tiró un cartón sobre el suelo. Salió huyendo. Las marujonas comenzaron su particular rueda de prensa y la tendera se echó a llorar desconsolada mientras se asomaba a la puerta. Ya no se le veía. Había desaparecido veloz con un plan oculto y estudiado. El cartón estaba escrito por una de sus caras. Bueno, más exactamente estaba rotulado con recortes de periódicos pidiendo un rescate por "Lili". La tendera me pidió ayuda, me agarró del brazo y me pidió ayuda desesperada. Pero qué iba a hacer yo. Correr detrás de un desalmado secuestrador de perritas despistadas. Le dije que no se preocupara seguro que ni le hacía caso volvería a exigir el rescate o intentar extorsionarla con degollar a "Lili" y que antes de que eso ocurriera avisara a algún policía de barrio que estuviese cerca para atraparle. La pistola no es de verdad. Le confirmé. Y por su aspecto no creo que sea capaz de hacerle frente a la perra si ésta le mordía. Ella me lo agradeció tanto que no me quiso cobrar la compra. Incluso me regaló una docena de huevos. Para un hombre con valentía y coraje me soltó.

Me marché con mis bolsas y mientras las colocaba en la despensa sonó el teléfono. Era un nuevo paciente. Se dice llamar inspector Frazier, Keith Frazier y está desesperado porque tiene a un ladrón de bancos y a una agente despiadada fastidiándole a base de bien. Hoy estrena en EEUU su película "The Inside Man" y no sabe como afrontar la situación. Desconfía de todos. Le intento ofrecer una cita para que venga al gabinete y me esgrime que no tiene tiempo, que este fin de semana se juega mucho y que no se fía de mí. Bueno, pues nada, que tenga suerte amigo.

Creo que detrás de todo está Spike Lee, así que no sé de qué se preocupa.

7 comentarios:

Dulce Sophie dijo...

Mi querido doctor, lo he estado pensando detenidamente durante estos últimos días, y en vista de que no se deja sobornar de ninguna manera, he decidido ser una buena chica y le haré los deberes. Claro que no me especificó para cuando los quería, así que me imagino que no hay prisa.
Me alegra comprobar que empieza a cuidarse un poquito; uno de estos días pasaré por su gabinete a llevarle un pastel de manzanas, que esa vida tan disipada que me está llevando va a acabar con usted, mi dulce doctor...

LOLITA LOP dijo...

a mi el otro dia me paso algo parecido pero en versión pueblo. Entraron 3 gitanas en el super y se llevaron la caja fuerte delante de las narices de la dueña de la tienda ... y digo yo ¿ que pinta la recaudación de la semana en una caja fuerte ubicada en un almacen sin cerrojo en la puerta ?...

Noa dijo...

Buenos días Dr.,
He pasado varias veces por su consulta y tengo que decirle que su manera de trabajar es estupenda. Está ayudando a mucha gente y espero que aun pueda dar cita a gente nueva. ¿Hay lista de espera?

Un saludo.

Unknown dijo...

Con esos mimbres, su paciente debería alegrarse, pero ya se sabe que es muy fácil estropear cosas que, a priori, tienen una pinta muy buena (miedo me da pensar en lo que habrán hecho con "V de Vendetta"). Por cierto, doctor, ya soy paciente asidua suya. Siga así.

MalditosTacones dijo...

¿Se sabe algo de la perrita?

Un beso con acuse de recibo, Doctor...

MalditosTacones dijo...

¿Se sabe algo de la perrita?

Un beso con acuse de recibo, Doctor...

Mar dijo...

¡mi héroe!