27 feb 2006

Violet


Hoy me he cruzado por la escalera con la hija de mi casera. Es muy joven, adolescente pero tiene un cuerpo de verdadera mujer. Era de madrugada. En pleno silencio, escuché en el rellano unos tacones que se afanaban por retumbar demasiado. Miré atrás y era ella. Me hizo un gesto de guardar silencio. Olía a perfume y a alcohol. Sus ojos chispeaban en la penumbra. Llevaba una falta corta, botas hasta la rodilla y una blusa escotada y ceñida al pecho.Nunca me había fijado lo suficiente en ella. Sólo con saber que era hija de la repugnante casera me daba grima. Pero anoche, en la soledad de la escalera, su mirada cómplice y su descaro me excitaron. Le guiñé un ojo y ella me sonrió. Debo ser un depravado, fijarme en una menor, excitarme y demostrárselo. Eso no está bien. Eso dicen los que se privan de evidenciar el latente morbo que sienten.
De repente, por el portal aparece un muchacho. Signos evidentes de que el alcohol ya superaba a la sangre en sus venas. Agarra a la joven por el brazo y le increpa. Parece enfadado. Ella se zafa e intenta cerrarle la puerta. El joven sube el tono, la vuelve a agarrar, queriéndola sacar del portal. Ella sigue resistiéndose. Él insiste. Le chilla. Ella reacciona y le suelta un manotazo en la cara que le pone el flequillo al revés. El joven se queda estático. Su mejilla izquierda muestra una rojez creciente. Antes de que reaccione le vuelve a soltar otro manotazo. Esta vez la oreja sufre el impacto. A continuación le agarra de los pelos y sacude como a una marioneta. Cae al suelo y allí recibe su castigo final. Una patada con la punta de las botas en el estómago le persuade de que debe marcharse. Ella no parece inmutarse mucho. Lo ayuda a levantarse y sale disparado.
Me gusta aún más. Me gustan las chicas guerreras, las que tienen carácter y llevan la iniciativa. Empecé a imaginármela desnuda, tumbada en mi cama. Esperándome. Un portazo me despertó. Acababa de entrar en su casa. Me sacudí la cabeza.

Mientas me duchaba, pensé porque no podría ser ella la que viniera a cobrarme el alquiler y no la monstruosidad de su madre. Seguro que me convencería de pagar a tiempo. Los más oscuros pensamientos empezaron a brotarme. Mi mejor amiga, mylefthand, entró en juego.

Hoy tengo una nueva paciente. Se llama Violet. Y está pendiente de su próximo estreno: ULTRAVIOLET. Veremos que me cuenta.
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–¿Se puede doctor?
–Por favor, adelante. Tome asiento.
Es joven, guapa, delgada y alta. Lleva un traje encuerado, futurista y ceñido. Unas gafas traslúcidas y una larga melena negra. Suelta una enorme espada en el suelo.
–Verá doctor. Odio a los vampiros. Los odio a muerte. No tengo suficiente con los que me han puesto en la película. Necesito más. Me generan una mezcla de repugnancia y odio. Me hierve la sangre cuando veo uno. No puedo parar hasta que lo aniquilo. Además, creo que están por todas partes.
Se la ve nerviosa, tensa. Sus músculos, muy marcados, parecen agarrotados, su mirada intensa en unos ojos bellísimos delata histrionismo agudo.
–Señorita Violet. Necesita tranquilizarse. Su papel es de verdadera heroína del futuro, requiere valor y mucha acción, pero intente controlarse. Ya ha terminado de rodar, así que puede serenarse, ya no le van a atacar más vampiros.
Sólo el hecho de pronunciarlo, le ha provocado un sobresalto. Ha alargado la mano para blandir la espada.
–Creo que se encuentra algo estresada. Debe buscar alguna actividad que canalice esa tensión y la libere. ¿Ha probado a darse un baño de burbujas? Le vendría bien.
–Verá doctor. No sé que me pasa. Veo el peligro escondido detrás de cada esquina. Creo que me van a aparecer en cualquier momento. Si me meto en una bañera tendré que poner mi espada a mano. No lo puedo evitar.
–Bien. Su caso es grave. Quizá necesite un tratamiento fuerte. ¿Está dispuesta a ser hipnotizada?
–Claro doctor. Estoy desesperada. Haré lo que me diga.
No tengo ni puta idea de hipnotizar, pero cuando lo he intentado, los pacientes se sienten bien. Al menos probaré de nuevo.
–Túmbese señorita Violet. Intente liberar su mente.
Mientras, me pongo un whisky urgente. De un trago. Cojo el tapón de la botella, dorado y brillante y lo utilizo a modo de péndulo.
–Mire fijamente esto. No deje de mirarlo. Su respiración se va haciendo más y más profunda. Sus pulmones se llenan y expiran completamente. Sus brazos pesan. Sus piernas pesan. Los dedos se aflojan. Respire profundo. Cada vez más despacio. Su cuerpo lo nota pesado. Cierre los ojos ya. Sus párpados también pesan. Poco a poco va entrando en un estado de letargo. Su respiración es lenta. Tome aire y suelte aire.
Piense en mí. De repente mis ojos se vuelven rojos. Mis colmillos han crecido y mis uñas son largas y afiladas. No intento hacerle nada. Solo acariciarla –le toco el cuello y ella no se inmuta–. Su piel se pone de gallina. Sigo rozándole el cuello, de un lado a otro. Le aparto la melena y me acerco a él. Respiro sobre él, siento su calor. Mi nariz roza su piel, mi respiración la envuelve. No le hago nada. No tengo intención de hacerle daño. Mis uñas se recogen, mis colmillos desaparecen y el rojo de mis ojos se apaga. Puede ir despertando. Poco a poco. Sin dejar de respirar con profundidad. Mueva un brazo. Ahora otro. Míreme.
Ella se incorpora, tranquila. Me sonríe y me da un fuerte abrazo. Sus pechos se aplastan contra mí. Son duros. Sus ojos se humedecen.
–Doctor. No tengo palabras. Simplemente gracias. Me ha hecho sentirme bien. Me encuentro tranquila.
–Bien pero no abandone el tratamiento. Ya sabe, baños de burbujas, sauna. Tómese unos días de descanso. Vaya a algún lugar lejano y desconecte. Si vuelve a tener síntomas se pasa por aquí. Si le parece.
–No lo dude doctor. Gracias de nuevo.
Su mirada felina se ha vuelto más femenina. Se marcha y no puedo evitar mirarle el culo. Duro. Prieto. Antes de cerrar la puerta tras de sí, se gira y se vuelve. Tiemblo. Se acerca y se agacha. Cierro los ojos. Abro los ojos. Coge su espada y se marcha.
–Se me olvidaba, doctor.
–Suerte Violet.
Necesito beber hasta que dejen de temblar las piernas. Momentos de tensión en el diván. O me degollaba mientras la hipnotizaba o me tiraba encima lamiéndola. Por fortuna ha salido todo bien. He mantenido el tipo.

4 comentarios:

montaman dijo...

doctor hoy me encuentro griposo. He decidido que nos veamos esta tarde. Yo no necesitaré de la hipnosis como la srta. Violet.
Muy bueno su relato.
Felicidades.

ZERO dijo...

Doc, tiene usted una paciente hermosa..

muchas gracias por la liga, en cuanto me desocupe un poco lo enlazo...

saludos ¡¡¡¡

Carlos dijo...

Wow, fantástica historia.

El Miope Muñoz dijo...

Dr. Strangelove hizo éticamente bien en autocontrolarse. Digno de alabarse.

Tronchante historia.

¡Un saludo!