16 feb 2006

V for Vendetta


Esta mañana no he podido dormir. Normalmente no suelo moverme de la cama o el sofá recuperándome de la resaca nocturna, pero hoy tenía un fuerte insomnio que me ha obligado a tirarme a la calle buscando aire fresco. Hacía tiempo que no veía la ciudad de día y maldita la hora que la he visto.
Caminaba por un parque céntrico, viendo los pájaros revolotear y escuchando el roce del viento sobre las hojas de los árboles. Todo era tranquilidad, quietud, paz... algo que no me gusta. Necesito ruido, oscuridad, humo y gente. Pero hoy era un día de esos atípicos que te empujan a romper la cotidianeidad. El parque rezumaba aire invernal, una ligera lluvia humedecía el suelo, pero esa tranquilidad se rompió de repente.
Un enorme estruendo espantó a cientos de palomas que volaban aceleradas y desconcertadas. Un cañozado retumbó seco. No sabía muy bien de dónde venía el sonido, miré a todas partes pero no vi nada. Corrí hacia una valla próxima que delimita el perímetro del parque y me asomé entre las densas ramas que la ocultaban. Mucha gente corría despavorida. Jóvenes en su mayoría que convertían la avenida en un campo de estampida masiva. Acerté a distinguir luces azules girando. Policía. Disparaban.
Algunos caían y erran arrollados por la masa. Sirenas, gritos, la lluvia empezaba a caer con fuerza. Los antidisturbios, armados, estaba repartiendo leña entre los más avezados y valientes que se les encaraban. Recibían una dura paliza. Uno de ellos ni siquiera se movía del suelo y estaba cobrando de lo lindo. El escudo de un policía estaba salpicado de sangre. Los jóvenes gritaban y hacían aspavientos con los brazos. De repente, una joven se puso de rodillas y abrió sus brazos en cruz, estaba quieta, callada. Todos la miraban asutados. La alcanzaron con un proyectil disuasorio como lo llaman. Un bolazo de goma que le golpeó el costado y quedó tendida. Salté la valla como pude y me puse el traje de héroe. Estúpido de mi. La muchacha no se movía. Estaba tendida. Me acerqué y la sujeté en brazos. Parecía que no respiraba. Sus labios temblaban ligeramente. Algunos me hacían señales de que me fuera corriendo. La levanté como pude y la arrastré unos metros. Entre dos coches aparcados con las lunas estalladas la tumbé y comprobé que respiraba con dificultad. Me agarró del brazo y en un esfuerzo por hablar me dijo:
- Que se jodan. Si me muero que caiga sobre ellos la culpa. Que todos se levanten y pidan justicia.
Su voz sonó vengativa, en pleno dolor, seguía defendiendo no sé muy bien el qué. El resto de sus palabras se trababan, eran confusas. Sólo pude decirle: ¡Aguanta!
Me acordé de "V", que me llamó el día anterior para cancelar su visita a mi gabinete.
Es de esas mañanas que uno querría haber estado donde suele estar.

4 comentarios:

Kelzor dijo...

como siempre, un placer leerle.

Anónimo dijo...

Estoy con los demás comentaristas. Coincido en todo. Y ánimo tú también valiente ;)

MalditosTacones dijo...

No sé quién decía algo así como que nuestras peores desgracias suceden por no habernos quedado en nuestra habitación... Creo que fue Baudelaire en una de sus múltiples orgías dialécticas, pero joder: qué razón llevaba... Aunque creo que era él quien también refería que lo mejor siempre está al otro lado de nuestra ventana... Con lo que, hagas lo que hagas, si haces, prepárate porque tiene que pasar inevitablemente algo...
Estamos condenados.

Salud Doctor, un placer volver a leerle...

J.Álvarez dijo...

Q ganas de ver V de Vendetta en cine. El cómic es de los primeros q leí y una de mis obras preferidas... esperemos q no la caguen con la adaptación...!